En la guerra todo es grave, dice Simón, y entonces no hay lugar para otra cosa que no sea pelear por la supervivencia; la vida se limita, mísera, al campo de batalla.
Una palabra, un silencio cobra de pronto una importancia inusitada: cualquier equivocación podría resultar fatal, porque -sabemos- hay monstruos en el corazón de los ángeles, y el mayor dolor puede nacer del amor.
Esos monstruos a veces tienen nombre, pero otras veces son tan oscuros, tan siniestros, que ni siquiera pueden nombrarse con palabras.
Pueden, a veces, ser errores los abrazos.
miércoles, 10 de enero de 2007
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